miércoles, 31 de octubre de 2012

De Género...



A todas aquellas Mujeres que viven en la desesperanza, para que los lazos morados que penden de su corazón se vuelvan verdes y alcancen la Libertad…

Amanecía lloviendo, no había parado desde la noche anterior y Carmona comenzó a teñirse de color rosa en aquel rincón donde las paredes simulaban el Paraíso. Alrededor de cien mujeres y hombres especialistas en violencia de Género o simplemente interesados por la materia como es mi caso, nos congregamos para absorber los conocimientos de los seis ponentes que conformaban aquella jornada.
Unas brillantes exposiciones que nos dejaron al menos entrever como es la realidad de las mujeres que sufren a diario y en silencio los malos tratos por parte de sus parejas desde el momento en que se deciden a hablar por primera vez. Todo un calvario que recorren desde que reciben el dolor físico, psicológico o sexual hasta que “respiran aliviadas” lejos de su torturador. Un largo camino de desesperanza y terror, de sueños rotos, de pérdida de autoestima, de desangrado espiritual, de crujir de huesos, de placeres violados, de creer que todo es  culpa suya, de perder incluso su dignidad.

Las conferencias comenzaron con las duras palabras de la Fiscal hacia la figura del maltratador con la Ley en la mano. Todo un protocolo de actuación que se pone en marcha desde que la mujer hace acto de presencia en la fiscalía o llegan las denuncias hasta ella por otras vías. Nos relataba Fátima que los viernes se convertían en el día del pánico para muchas denunciantes porque es cuando sus ex parejas salen de permiso penitenciario.
Con Amalia, encargada de defender los derechos de la Mujer, aprendí un nuevo término, Neomachistas, una nueva lacra social que irrumpe con fuerza gritando “las mujeres tienen preferencias…”  y lo peor de todo, es que dentro de este grupo se encuentran hombres con las categorías de abogados, jueces, guardias civiles, policías o terapeutas entre otros, que dificultan el trabajo  coordinado haciendo que se paren los procesos en alguno de los escalones, se absuelvan en el 50% de los casos  e impidiendo que se llegue a la cima, a la salida, a la solución, a salvar la vida de las mujeres, a desposeerlas del pánico. Ella animaba desde el ámbito educativo y sanitario a denunciar siempre y cuando se detectara cualquier atisbo de violencia sobre la mujer. Recalcaba que actualmente la edad de las mujeres víctimas está viéndose reducida a la adolescencia y fue entonces cuando le pregunté: ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie, los amigos, los vecinos, cuándo sabemos certeramente que una mujer sufre vejaciones y no quiere denunciar aunque la aconsejemos y le tendamos una mano? NADA, y se hizo el silencio.

No dejaba de darle vueltas a la respuesta en el descanso, qué impotencia tomando aquel café mientras imaginaba los gritos sordos en  cualquier madrugada, en cualquier hogar, en cualquier país… Y me veía rodeada de personas cuyas profesiones y carreras universitarias o especialidades estaban relacionadas con aquel debate, ¿qué hacía yo más que calmar los deseos de dedicarme desde joven al ámbito social y que por varias razones se desvió de mi camino?

Y después de una mesa redonda cargada de debate sobre los recortes sociales, la carencia de personal especializado, la falta de ética de algunos profesionales o las retiradas de denuncias por parte de las mujeres que dejaban casos a medias tintas, todo iba cambiando de color. Así que la tarde se volvió aun más oscura con los colores de aquellas señales corporales que tardaré en olvidar: marcas de zapatos en la piel, quemaduras o sangre en las manos que teñían el dorado de las alianzas, qué contradicción.

Nos despidieron las palabras de un psicólogo, una eminencia, un hombre con innumerables títulos que lleva toda su vida profesional dedicado a defender casos de mujeres desamparadas ante la justicia cuando ésta se les vuelve en contra, que nos relató el sufrimiento de los menores testigos de la violencia,  que nos mostró la injusticia de la Justicia, las posturas carentes de sin razón de las defensas en los juicios, la persecución a la mujer cuando ya creen que son libres después de ganar un caso, las excarcelaciones del maltratador sin haber sido sometido a programas de inserción social, y tantos contras que hacen crecer altos muros ante el progreso y los pasos al frente en el trabajo de paliar este tipo de violencia en la sociedad.

A pesar de que España ha servido de modelo en el ámbito de la lucha contra la violencia de Género, a pesar de que hemos avanzado con la creación de nuevas leyes, a pesar de haber destinado gran cantidad de dinero a la causa, a pesar de que existen grandes personas con una excelente coordinación laboral por los derechos de la mujer, a pesar de gritar al mundo que tienen que denunciar, a pesar de que ciudades como la nuestra goza de un grupo humano estupendo, queda mucho por hacer, como siempre.

Esta mañana, tres amigas entorno a una mesa con un buen café caliente, debatimos sobre el día de ayer. Cada frase que recordábamos, cada argumento, éramos capaces de relacionarlo con ejemplos cercanos en nuestra vida cotidiana. No estamos tan lejos de haber presenciado o conocido algún caso de violencia de género, solo tenemos que abrir los ojos y detenernos un instante, por desgracia, algunas mujeres siempre guardarán silencio. Pero una cosa aprendimos ayer, que pese a no ser especialistas ni profesionales en la materia, podemos ayudar, como decía D. Juan María Muñoz, capitán de la Guardia Civil, porque juntos somos muchos “granos de arena”.  No apagues nunca tu Voz a la violencia.          

                                           


Carpe Diem

jueves, 25 de octubre de 2012

Cambio...



A todas aquellas mujeres que fueron mis alumnas y que me abrazan con sus sonrisas cómplices y llenas de cariño

Aquel medio día rechacé trabajar en política por cuarta vez, ya casi tenía listos los trámites para el voluntariado que me llevaría a cambiar de país y cumplir uno de mis sueños, cuando vi aquel cartel anunciando un nuevo centro deportivo en la ciudad.
En horas tenía que tomar otra decisión importante para mi vida, así que dejé de lado los trámites administrativos y deposité en un buzón mi carta de presentación. Todos cuantos me cruzaba a mi paso me recordaban la torpeza de no declinarme profesionalmente por estar sentada en el Consistorio intentando solucionar los problemas de la ciudad mientras mi cartera engordaba mensualmente. Pero ¿a cambio de qué? Tenía que comulgar con unas ideas que cada vez se alejaban más de mi espíritu, de mi personalidad, esa que no es fácil ir fraguando a lo largo de los años. Suponía tirar por la borda aquellos valores morales que no tienen precio y que encierran la dignidad de cada ser humano. A excepción de dos personas muy importantes en mi vida, nadie lo entendía. Se trataba de vender mi imagen a cambio de sentirme vacía en una lucha que no me correspondía.

Decidí presentarme a aquella entrevista y superé las siguientes pruebas, siempre con una fachada positiva y enérgica  aunque por dentro estuviera temblando. Miré al miedo de frente y me vi ante una sala llena de mujeres que esperaban impacientes su primera clase. Yo había hecho ejercicio toda mi vida por problemas de salud (mis pies planos me trajeron muchas llantinas en la infancia) y porque mis padres nos educaron en el deporte. Había llegado a obtener cinturón marrón de kárate (pena que mis profesores se distanciaran y nadie nos llegase a examinar del último escalón), me inserté en el aerobic y el atletismo con quince años y como casi todas las adolescentes abandoné la vida saludable durante dos años por un fuerte enamoramiento. En ese periodo de dejadez y coincidiendo con la última etapa del crecimiento femenino, conocí los dolores musculares y de espalda; y es que los cambios radicales no son buenos cuando se trata del organismo.
Mi primera sesión fue estupenda, siempre intentaba fijarme en el trabajo de una compañera ya veterana hasta que poco a poco fui adoptando mi propia forma de llevar a cabo los entrenamientos diarios.

Empezaron a pesarme las piernas, eso que llaman problemas de circulación de estar tantas horas en pie, los fines de semana los utilizaba para dormir, acababa exhausta porque aquel negocio tuvo muy buena acogida, me pasaba horas actualizando música para innovar y sorprender a las socias del club. Pero todo esfuerzo era compensando al finalizar la jornada laboral. Así un año y medio en el que poco a poco todas nos unimos en una sola y nos convertimos en una gran familia. Mujeres cada una con una historia tras de sí cuyos resúmenes argumentales me guardaba en lo más profundo de mi ser. A veces, se alargaban tanto nuestras conversaciones que teníamos que sentarnos en un sofá rosa que decoraba la entrada o incluso durante la actividad seguíamos comentando el desarrollo de algún suceso personal.

Ansiedad, discusiones matrimoniales, distanciamientos por negocios, temas escolares de los hijos, enfermedades óseas y circulatorias o dolores corporales en general que tuve que aprender por mi misma a calmar con mi mejor cara. Inventaba juegos, les leía frases célebres, les contaba anécdotas y experiencias personales de superación para que no se sintieran solas en su padecer, les instruía en un mundo saludable sobre alimentación e hice que vieran el deporte como forma de vida y nunca como estética, porque mi lema era que debían sentirse bien consigo mismas y quererse. Aprendieron a amarse por dentro y por fuera, a luchar contra los días no tan buenos y a enfrentarse a las adversidades de lo que supone ser madre, esposa, hija, trabajadora, simplemente a todo lo que la sociedad les había hecho creer que era ser Mujer.

Hoy, las veo mentalmente en cualquier lugar. Cuando salgo a correr me cruzo con alguna de ellas que pasa caminando y me pregunto qué sería de aquella depresión después de fallecer su madre o cuando voy al supermercado y alguna me abraza fuertemente, mientras en mi eco interior resuena un ¿estará mejor con su marido? Pero yo no les recuerdo nada negativo sino que les reitero que jamás deben abandonar el deporte aunque la situación actual en este país nos haya separado. Pueden practicarlo donde y cuando quieran, conmigo o sin mí, aunque me enorgullece que me echen de menos, no ya como entrenadora sino lo que es más importante, como persona.

Atrás quedaron los ritmos ochenteros que tanto nos hacían reír, la samba brasileña cuando menos lo esperaban y que tanto me sorprendían cuando la ponían en práctica ¡qué manera de moverse!, los secretos en la jaula de estiramientos, esos que llevaré conmigo para siempre porque me sirvieron de teoría para la práctica de la vida, los disfraces que amenizaban nuestras tardes más tristes, las meriendas con toques sexuales, cualquier cosa nos servía para contagiarnos de felicidad, mis dedicatorias a todas y cada una de ellas echas canciones, tenía repertorio para cada estado de ánimo. Y así las recuerdo, como ahora mismo sonriendo en mi escritorio…¡¡Esperad!! Me llega un wasap, sé que no debería leerlo porque cuando una se inspira no puede parar el ritmo de los dedos sobre el teclado pero la intriga me inunda.

Lloro de alegría y sin consuelo y apenas puedo seguir escribiendo. Una de aquellas alumnas, con treinta años me escribe dándome la noticia de que ha superado el cáncer linfático que venía padeciendo y que la retiró del deporte a principios de este año. Esta mañana se lo han anunciado sus médicos. Me rindo a su decisión de querer darme la noticia y la he llamado para darle la enhorabuena y las gracias por hacerme partícipe de algo tan grande como es su estado de salud.

Y se me viene  a la cabeza una pregunta que me hicieron esta mañana cuando intenté buscar trabajo: perdona, ¿y tú que titulación deportiva tienes?..- La de la Vida y la Experiencia querido amigo, esa que no está en ningún curso que se publicite y que no puedes adquirirla mediante un diploma acreditativo de horas lectivas que te cuesta quinientos euros el que menos. Yo me he especializado en valores humanos durante un año y medio de vida profesional y esa es la mayor graduación que cuelga hoy de la pared de mi persona.

¿Próxima parada laboral?...Incierta. Pero sea cual sea y esté donde esté he aprendido que darlo todo por mi trabajo es la única manera de sentirme plena. Aunque como todo en la vida haya que pagar las consecuencias…                   

Carpe Diem


martes, 23 de octubre de 2012

Mares de Trigo, Fuentes de inspiración


Aquí os dejo unas fotografías que uno de mis lectores y amigo me reclama. Se puede observar un "mar de trigo" como llamo a los campos cultivados con este cereal y que tanta inspiración ofrece a las mentes literarias. Pertenecen a la provincia de Sevilla, concretamente a los términos de Salteras y Gerena en el año 2010.








Evanescencia...



"Para tod@s aquell@s a los que alguna vez les han aconsejado no Amar lo "prohibido"...

Todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida como algo se esfuma de nuestras manos, se nos resbala, se escapa a nuestro alcance, y aun siendo conscientes previamente de ello, nos resquebraja, nos agrieta la sinrazón, nos duele en algún lugar del Yo interior, nos punza, notamos como llora el alma...pero pese a todo, corremos el riesgo de vivirlo, porque es innato curiosear en las tentaciones cual cachorros por experimentar en un nuevo mundo.

“Ahora no te lamentes”- resuena  a lo lejos el eco de la Sociedad elegante y dispuesta a dar órdenes desde su trono, mentando su código de normas por todos aprobadas y en ningún lado escritas, hermana de la apariencia hipócrita y del sin sentido-. “Sabías lo que hacías”

Y miramos al frente orgullosos de ser Libres, de asumir las consecuencias como parte de nuestras experiencias, como aprendizaje en nuestro camino, absorbemos la esencia más pura de esos momentos ante los que la Sociedad se tapa los ojos con las palmas sucias de sus manos, nos lamentamos mientras las lágrimas desembocan en nuestras sonrisas y nos tragamos el mar salado de un solo suspiro… Nosotros, los que somos capaces de Amar sin ser vistos, porque el sentir no se muestra, se vive, porque esta noche arden las estrellas cuando las miro y me preguntan cuándo volverás de nuevo…

Tal vez nunca más, pero pese a todo, ya has estado…Y no podrá vencerme un periodo de duelo, porque asumo que todo se desvanece, nada perdura, nada es eterno, ni siquiera nosotros mismos, solo nos queda lo que fue, eso ya nadie puede arrancarlo… Porque prefiero instantes eternos a una eternidad como marca la Sociedad…

Carpe Diem