Llantos
sordos
“Para todas y todos aquellos que
alguna vez habéis sentido el abuso de poder y os hicisteis pequeños, para que
creáis en vosotros mismos y os arméis de valor para recuperar lo que un día dejasteis
en el camino. Vuestra Dignidad”.
Todavía recuerda como le temblaban las piernas de impotencia ante aquel abuso de poder. A él parecía que
se le iban a salir las órbitas de los ojos por no poder coger a su pajarillo
que cada día ansiaba más volar lejos de sus garras. Insultos, voces, brazos en
alto, señales de sometimiento que se sucedían mientras que nadie podía hacer
absolutamente nada más que intentar calmar la situación. Por mis hijos, decía,
no llaméis a la guardia civil. Aun permanecen latentes en su memoria aquellas caritas infantiles que tuvo que engañar y llevar a otra parte, a salvo de una
violencia verbal que luego acarrea traumas en la infancia y que se extrapolan a
futuras generaciones, hay que evitar, hay que curar, hay que sanar. Y de que
mejor manera que aquella, saliendo de la jaula. Sin mirar atrás. Porque hagas
lo que hagas nunca serán las formas adecuadas. Las decisiones personales
siempre acaban causando daños colaterales, pero el amor propio es así, no le
llames egoísmo, no te confundas, es AMOR hacia ti.
Aquella ave que un día dejó que
cortaran sus alas pensando que era lo que tocaba por haber nacido mujer, las desplegó
y se dio cuenta que las tenía tejidas de sufrimiento, de dolor, de resignación
pero que cosió con su valentía al decidir un día cambiar su rumbo, volver a ser
ella misma, y recuperar su espíritu, su sonrisa, sus ganas de vivir, de
sentirse mujer, valorada, amada, querida e incluso deseada por el mundo y sobre
todo por ella misma. No podía conformarse con lo que le había tocado vivir. Sí,
claro, ella lo eligió. Pero, ¿qué le quedaba? ¿Tuvo quizá la suerte de que le
mostraran algún otro camino? ¿Alguien la habló de que había algo más que servir
a los demás? Los cuentos no son tanto cuento, existen, con matices pero existen,
y cenicienta tiene un final, pensó un día. Y además cambió la historia, porque no
quiso huir con un príncipe puesto que ya no creía ni que existieran. Los príncipes
salen solos, contaba. Ven la televisión como si tú no existieras, se postran en
la barra de un bar como si nadie les esperase en casa, se encuentran la comida
puesta, la ropa limpia, los niños en la cama con los deberes hechos, las tutorías
visitadas y el termómetro puesto. Ah, y no quieren que tú hagas lo mismo, eso
no le pega a una mujer. Esta situación era normal en aquella jaula de cristal. Responsabilidades,
cargas que se superponían a sus espaldas, como para tener ganas de disfrutar
del amor caída la madrugada entre el olor a whisky y cansada de años repitiendo
el mismo papel cada día, cada noche, a cada instante.
Una se agota, si, pero no sabe
qué debe hacer más que seguir adelante con lo que “le ha tocado”, ser mujer. Y
pasan los años, y te deterioras, y te arrugas y se te seca la cara de los
llantos sordos en soledad, para que nadie sea testigo, quién te va a entender y con tus hijos cerca, y
aparecen enfermedades a las que no se las tiene en cuenta porque son los
normal con el ritmo que llevas: estrés, ansiedad, hipertensión, dolores musculares, contracturas,
problemas de cervicales, trastornos menstruales…pero claro, es la edad, es lo
que viene ahora, es el ciclo de la vida y has parido varias veces.
Pero al salir de la desolación
todo desaparece, y comienzas a hacer deporte porque te sientes mejor, porque
las analíticas se regulan, porque calman tu insomnio, porque estableces
relaciones sociales, porque sube tu autoestima y vuelves a ponerte aquel pantalón
que hace un año siquiera te abrochaba aun encogiendo la barriga, porque te
miras al espejo y comienzas a decirte a ti misma “ pues no estoy tan mal”,
porque asistes a reuniones donde no eras la única que atravesaba una situación
personal de esas características, porque bailas y te liberas del dolor en el
pecho que tanto te ahoga…simplemente porque Si.
Y un día, te levantas, miras a los niños, con salud, felices, y piensas que si das el paso a ellos no les va a
pasar nada, porque una madre siempre está, porque dejar de ser esposa no
implica tu abandono como progenitora. Eso es un invento de aquellos y aquellas
que tienen la suerte de sentirse amados, que no se ponen en tu pellejo
o simplemente viven en la hipócrita farsa social por aguantar el tipo como
pareja perfecta a cara de la galería, allá ellos con su tragicomedia.
Y por fin, decidida, sin nada más
que tu cuerpo, sin saber que va a ser de ti, saltas al vacío…y vuelas y vuelas
y vuelas, a veces cayendo y golpeándote con los resquicios de las rocas que
sobresalen del precipicio, a veces repostando fuerzas y energías en cálidas
llanuras atisbando puestas de sol con una mano amiga, a veces paras a recoger
unas flores que hueles para depurar tu interior, a veces sin embargo existirán
cuevas de las que salen ogros de color oscuro que intentarán llevarte consigo
al interior de sus cavernas y que tendrás que luchar contra su furia
irrazonable y mentes fuera de control. Pero se acaban venciendo. Esos seres sin
humanidad que te cargan cruces, que te señalan, que juzgan tus
pasos, tus nuevas amistades, tu nueva vida, la que tenías antes de sumergirte
en la monotonía de unas normas impuestas pero que no existe escrito en ninguna parte que haya que seguir.
Se las inventaron para la mujer, para alimentar el poder del macho dominante,
cosa que ni los animales adquieren ese papel, porque no hay manada que
maltrate a una hembra. Equidad, igualdad, solidaridad. En las escuelas donde
les enseñaron parece ser que faltaban buenos especialistas en detectar déficit en
sensibilidad.
Esos ogros no podrán con las ganas de vivir, de retomar tus
propias riendas sin que nadie las dirija, te empujarán de nuevo al borde del
abismo, porque si no consiguen devolverte a las tinieblas preferirán verte caer
al foso. No te detengas, cae de nuevo antes que volver a sentir sus afiladas uñas.
Esos son los desafíos y las pruebas que te encontrarás en el camino pero
siempre hay luz al final y siempre habrá personajes buenos que te tenderán una cuerda aunque tengas que mirar mil veces antes de confiar de nuevo.
Querida amiga, tú y muchas
mujeres han pasado y pasarán por la traumática fase de una separación
sentimental, es un duelo que según los psicólogos es el segundo sufrimiento
después de la muerte de un hijo. Pero nadie lo verá. La gente dirá que te ve
bien, que estás guapa, que no se te nota, que estás ahora disfrutando de la
vida, te harán sentir culpable por cada movimiento que hagas, que lo que hagas,
sin duda, no estará bien visto. Morbo y más morbo de la incultura, la envidia y
la ignorancia, las buenas formas aun no han llegado a todas partes. Tú no te
detengas, ellos no llevan tus zapatos, ellos no entraron de las puertas de tu
casa para adentro, ni sintieron en tu piel como se secaba tu cuerpo y perdía la
hidratación del elixir de sentirse viva. Ellos qué saben de ti, si ni tan
siquiera se han sentado a hacer balance de sus propias vidas, ya no se lleva
joder al otro, estáis muy anticuados todos, habéis perdido el norte y más vale
que lo recuperéis porque es de cobardes vivir haciendo daño al prójimo, menos
medallas, menos santos y más valores cristianos. No sois nada más que miseria,
que mensajes ocultos en las madrugadas, acoso sin derribo, persecución mental,
ogros en definitiva que no vais a llegar a ninguna parte con actitudes
racistas, homófobas, antisociales, discriminatorias, delitos…delitos humanos
hacia tus iguales. Te llamarán loca, por pensar diferente, porque las mujeres sumisas ya no pueden tomar decisiones propias, es una locura si despiertan del letargo emocional al que fueron conducidas a la fuerza. Tu despertar es el temblar para el cobarde que se cree valiente haciendo agonizar a su víctima.
Siéntate en tu puerta…dice
siempre mi padre. Ladran, pues cabalgo. Que nadie apague tus ganas de vivir, de
volver a la calma, que la tranquilidad no está pagada, que ser madre no te
impida amarte a ti misma, tener un hueco para ti, una buena madre siempre
estará para sus hijos cuando éstos la reclamen. Una madre pare y sufre, nadie
es mejor madre que nadie simplemente porque ni existen las madres perfectas ni
las familias impolutas, así que analicemos cada cual la nuestra y preocupémonos en estudiar qué tenemos que mejorar nosotros en vez de corregir al otro. Como decían los curas,
decir que no tienes pecados, es el mayor pecado, cúrense el alma porque la
pesadez de un alma manchada por el diablo acarrea grandes penitencias.
Mujer libérate de las cadenas,
solo causan un andar más lento. Hemos venido a vivir, el dolor natural llega
por desgracia solo. Y hay que estar provistas de fuerza para afrontarlo. Tú
naciste sin nada, sin depender de nadie, quizá no sea hoy, ni mañana, pero como
dice una buena amiga que también saltó al vacío, todo tiene su momento, porque
todos tenemos un límite, y cuando una mujer lo rebasa, no hay vuelta atrás.
Hay muchos hombres y mujeres
buenos, las medias naranjas no existen, nos debemos de proporcionar nosotros
mismos aquello que necesitamos para no acabar dependiendo de nadie, pero si
encuentras un buen compañero de vida o una buena compañera, no sientas miedo,
todos no somos iguales y puede que alguien, sin pensarlo, vuelva a activar ese
botón que empolvado todavía, lo descubra y haga latir todos tus sentidos…hasta el sexto,
ese que dicen que no se puede demostrar, pero créanme que existe. Carpe Diem y
Libertad.