viernes, 5 de diciembre de 2025

Activismo en el aula


Hacía varias semanas que no descansaba bien, que no encontraba el equilibrio interior del que tanto alardean en redes los psicoinfluencers. Desde que llegué a mi nuevo destino, sentía un vacío existencial que creí que se llenaría con la cercanía del mar, la calma que transmiten las montañas de lava o la tranquilidad con la que la ciudadanía canaria es capaz de convivir. Pero no, aquí no solo resistía gente autóctona, a diferencia de otros pueblos del norte de Tenerife o la Gomera. En este lugar me di cuenta que poco a poco iba perdiendo la percepción de quién era y de dónde venía y encontré la respuesta a que mi balanza interior no estuviera pareja al peso: el activismo. 

Si, echaba de menos guardar un minuto de silencio en el patio cada vez que una mujer era asesinada, ver colgada una bandera Palestina cuando bombardeaban a miles de niños y niñas, quería concienciar sobre el acoso escolar cuando Sandra Peña se suicidó, hablar de la sanidad pública cuando tantas mujeres fueron afectadas en mi tierra por los cribados, el día de las féminas escritoras, el de la discapacidad, o la lucha contra el SIDA. Me faltaba actividad, así que observé a mi alumnado y las aulas donde doy clase, y comencé a reflexionar: un cambio era posible. 

Una vez me dijo mi padre cuando me vio en televisión encabezando una manifestación pro migración: no juegues a ser Dios, porque te va a costar la salud. Pero no se vivir de otra manera. Los grandes maestros de la meditación, cuentan, que tarde o temprano todos encontramos la razón de nuestra existencia. Y yo hace poco, o quizá lo suficiente, descubrí el motivo de la mía.  

A partir de ese momento, revisé la LOMLOE, para quien no lo sepa, es la ley de educación, esas normativas que van cambiando cada cuatro años cuando se va sucediendo el gobierno bipartidista de turno. La analicé pacientemente y leí cosas como que el profesorado debe: hacer de la diversidad riqueza cultural, crear una sociedad democrática e igualitaria sin prejuicios, sin estereotipos o usos discriminatorios. Que se debe desarrollar la conciencia crítica, que el alumnado debe construir opiniones para poder intervenir en contextos sociales y pertenecer, por ende, a una ciudadanía activa a través de la oralidad. Para así establecer vínculos personales. Y entre los objetivos de etapa de este documento educativo, se añade: desarrollar un espíritu crítico frente a la desigualdad.

Y yo me pregunto, dentro de este barco a la deriva en el que se ha convertido la educación, ¿qué marinero está llevando a cabo una nueva ley que da libertad de cátedra como nunca antes la habíamos tenido? En ese momento paré todo lo que estaba haciendo y recordé mis experiencias en los trece centros anteriores en los que había trabajado como sustituta, una opción laboral donde no terminas de echar raíz en un grupo de menores, porque cuando ya tienes formada la “familia”, tienes que cambiar de destino. Y es que, para la Consejería, ya sabemos que somos números trabajando con cifras. Lamentable. Pero este, no era el caso, y por fin, con una vacante bien aprovechada, se puede al menos conseguir que tres de cada treinta, recuperen la motivación, que no es poco.

A partir de entonces, me llevé el activismo que tanto echaba de menos al aula, a mis cuatro familias que tantos quebraderos de cabeza me han dado. Y ordené los criterios de la educación desde la base, y esas cuatro paredes, las hice mi casa. Aprendieron que a los mayores hay que respetarlos, que si queremos hablar, pedimos la palabra, que todos somos iguales y que si alguien interviene, los demás callamos, que si pide atención el compañero, no nos reímos, respetamos, que el docente no grita, enseña y transmite, que todos tenemos problemas, penas, alegrías y que no hay que rezar en templos sino que debemos amar al prójimo. Que si uno de nosotros tiene un mal día, la clase se para, y se dinamiza, que si estamos nerviosos, volvemos a la calma, que si hoy toca conmemorar algún artículo de los derechos humanos, todos paramos. Que hay que ver las noticias una vez al día, que, si estás solo en casa y se te olvida prender la televisión, en vez de seguir a tantos famosos que no aportan, le damos likes a las fuentes de sucesos de última hora. Que no podemos creernos todo lo que vemos, o leemos, o nos cuentan, que hay que corroborarlo y sacar nuestro propio criterio, o que no se puede insultar a una persona porque no sea igual al resto, en la diferencia está la igualdad. Que la superioridad no nos hace grandes, nos hace tremendamente insignificantes.

Dos meses después, sigo riendo y llorando mientras corrijo, y aunque todavía son pequeños para comprender tantas cosas, son capaces de plasmar en una redacción sus miedos y sus inseguridades, sus alegrías y sus tristezas. Hay tardes en las que se me parte el alma, revisando sus trabajos, y aunque sigo por protocolo la burocracia de la programación anual de mi departamento, me di cuenta que la ética, la moral y sobre todo los valores, caben en cada línea de la misma y que con un cuadro de determinantes demostrativos puedes construir la descripción de tu estado emocional. Así como con las funciones del lenguaje, crear un cartel para que el mar no trague más plásticos. Y que saber lo que es apelar o persuadir llevado al corazón, puede ser un motivo de esperanza. 

Este trimestre, exhausta, pero feliz, termino de poner las notas en un sistema informático putrefacto y opresor,  que solo sirve para limitar el futuro de nuestros jóvenes. Un sistema, que no tiene cabida para todos y todas, que no es igualitario ni diverso. Siempre les digo que, aunque les pongamos un número, lo importante es ser buenas personas. Los conocimientos se adquieren solos, y más a estas alturas de la vida donde nos domina la tecnología, pero ser humilde, nos llevará aún más lejos. Que no se conformen, que no abandonen, que todos son capaces, pero desde estas líneas le pido al profesorado nobel y veterano, que se adapte a las nuevas necesidades, a cada historia, que tan solo con preguntar ¿cómo estás hoy? Descubres un mundo al que te debes, porque la docencia, sigue siendo la de siempre, simplemente, hemos perdido el espíritu y la ilusión. 

Les recomiendo la película “el maestro que prometió ver el mar”.  En este lugar, tienen mar, pero no olviden contemplarlo en los ojos del otro. La maldad no está en ellos, simplemente, están perdidos, en un maremágnum que obliga a sus familias al abandono infantil en jornadas laborales interminables, donde la conciliación sigue siendo el eslabón perdido y donde nuestro alumnado es sencillamente, la víctima. La saturación en el sistema de salud mental y en la educación pública, está haciendo estragos en todos y cada uno de nosotros, pero, aunque no podamos cambiar el mundo, tenemos la suerte de llevar el activismo a las aulas y crear mejores personas para un mundo al que le falta conciencia. 

Ayer, 4 de diciembre, aunque no era 28 de febrero, se conmemoraba el día de mi tierra y haciendo referencia al himno de la misma, yo les animo desde estas líneas: docentes, levantaos, pedid recursos y dignidad. Por los niños y las niñas, por el futuro de la sociedad, no desistan, yo después de casi dos décadas pensando si ejercer o no, he acabado encontrando el sentido de la vida.


Amanda Eslava 

Fuerteventura. 05/12/2025


  • Estos carteles son el resultado de las actividades de aula, pero hay dos imágenes que representan el estado de ánimo de la adolescencia. Recuerda, asistir a cada manifestación por la sanidad y por la educación púbica y haz que tu voto, merezca la alegría, que no, la pena.

Llegada de la flotilla española