viernes, 20 de septiembre de 2024

San Sebastián

 El destino a veces, o casi siempre te sorprende, aunque haya gente que no crea en esa sensación de todo pasa por algo o ya conocerás la razón del cambio con el paso del tiempo.

Cuando me colgué el bolso y me dispuse a dar una sorpresa a mi familia, sin más atavíos que "lo puesto" porque en casa de mi madre tenía suficiente ropa para cuatro días, jamás imaginé que estando brindando con la sangre de Cristo a las 22.22 horas de la noche, me iba a cambiar el rumbo. Dos personas estaban a mi lado, Charo Martin Perez y Toñi Zorrero, y les contaba mis nervios por saber dónde me tocaría este año trabajar en la enseñanza pública. Con el tiempo, una va perdiendo el contacto con la gente que quiere, y es que la distancia hace mellas para bien, porque ya me quedo con lo positivo. Quien está a tu lado, te encuentra. No hay más.

Pero lejos de melancolías, porque ya nada me afecta desde que me reconcilié con mi soledad en la isla desierta, nunca mejor dicho, aquella noche cálida de primeros de septiembre mi vida dio otro giro radical, para no variar. Y los esquemas mentales y castillos en el aire se difuminaron una vez más. Tuve que salir de mi pueblo casi sin pensar, y es que la soledad de la que hablo, ya te hace tomar decisiones por inercia como bien sabe mi amiga Recovecos Natalia Guillén en sus escritos. Y cuando me di cuenta estaba sobrevolando el Magreb dirección Fuerteventura. No me dio tiempo de reaccionar y en dos días que pasaron como si fueran dos minutos tuve que empaquetar un año de vida en cuatro cajas y dos maletas. Gracias a Josselyn Artiles pude dejar a buen recaudo, pequeñas cosas materiales pero de las que me costaba despegarme: un libro regalado por una niña africana, un poncho de invierno por si alguna vez la previsión se volvía del revés y que me entregó alguien muy especial antes de partir al más allá, y algún detalle de mi alumnado que por mucho que me senté sobre las mochilas para cerrarlas, no conseguí sino romper la cremallera. Lo que me costó que en el aeropuerto de camino a Tenerife Norte me hicieran firmar un documento como que ya venía deteriorada antes de embarcar. Al final, me alegré, porque cuando la recogí en aquella cinta donde esperas largos minutos mientras piensas que tus pertenencias se han perdido, descubrí que algún trabajador, me la había podido arreglar. Bendito sea el señor, ya veía mis bragas desperdigadas por los túneles del terror.

Me dolían todos los tendones de mi cuerpo, no lo supe hasta llegar a Los Rodeos, donde da igual que época del año sea, siempre te cala la humedad en los huesos. Miré la cartera, me habían hakeado la tarjeta de crédito en todo este trajín de viajes, tuve que llamar al banco cientos de veces hasta que parece que se solucionó, pero aún sigo esperando poder pagar con un trozo de plástico que no llega a tiempo de poder comprar ni una toalla de playa. Creo que tengo suficiente para pagar el taxi, pensé, porque en guagua no llego al puerto de los Cristianos al Sur de la imperiosa isla.

Tenía ansiedad por ver al Padre Teide, ese pico al que tantas veces imploré desde los charcos más recónditos, donde pensaba que no había lugares más bonitos en el mundo, enterrada en salitre y lava, en silencio, bajo la atenta mirada de los riscos, donde imaginaba a los guanches prendiendo el fuego o de repente, veía retrotraída en el tiempo a los rebeldes huyendo de los asesinos del régimen. Porque aunque no lo creía, estas islas encierran más de lo que podamos imaginar, su historia es interminable, infinitamente sobrecogedora. Pagué al amable taxista, con el que no crucé palabra porque iba pegada al cristal de la ventana sumida en mis recuerdos, en todo lo que dejaba en aquel lugar donde se entra llorando y se sale a lágrima viva, en los abrazos que me quedaron por dar, en las despedidas que no pude tener por la pena que me ahogaba, y en lo que dejé también en este trozo de tierra que recorrí de norte a sur en 45 minutos a todo gas para poder enlazar con el barco.

Llegué al puerto, donde llegan las pateras cargadas de miserias un día si y otro también, donde amé y reí, donde me bañé, donde estuve sola y acompañada, donde fui por primera vez en ropa de invierno y tuve que comprar un bikini en una tienda y ropa de verano porque pagué la novatada del turista que llega en diciembre creyendo que en las islas nieva, todavía sonrío.

Y cuando me senté en el barco, el tiempo seguía volando, el mar estaba en calma y atisbé dos calderones felices saliendo y entrando del agua, quizá dos delfines, pero sabía que no todo podría salirme mal. No le dio tiempo de atracar al ferry, cuando ya estaba en las escaleras para bajar a toda prisa, sacar el equipaje, del que seguía tirando a base de dolores de espalda y coger otro taxi a mi nuevo trabajo. Creí que no llegaría, pero llegué, diez minutos antes de que cerrasen la puerta. Tiré las maletas en la entrada de conserjería y subí corriendo las escaleras. Ya conocía el camino, nada había cambiado en dos años desde que vine a hacer una sustitución de quince días en los que invertí mucho más dinero del que gané, esto es así, el interino gasta más que gana si no al principio, al final en sí mismo cuando cansado de currar piensas que la vida son tres días.

Y en ese instante, el 9 de septiembre de 2024, comencé un nuevo curso, una nueva aventura, y es que para el docente, los años no comienzan el 1 de enero ni terminan el 31 de diciembre. Ahora, desde la tranquilidad después de la tormenta, desde la calma que me llega de la montaña a través de la ventana de mi nuevo salón, puedo decir que todos somos migrantes, que todo puede pasar, que todo se puede conseguir, que todo pasa por algo y que seguramente más pronto que tarde sepa por qué estoy aquí. Nada es imposible, nada es casualidad, simplemente aprendí que cuando el miedo te acecha hay que echar a correr y no volver la vista atrás, que todo tiene solución menos la muerte y que la salud es la principal aliada para salir adelante mientras que la soledad es la que te hace endurecer la piel para seguir protegiendo la aureola que acaricia el alma...

Gracias a la vida, por no ponerme las cosas fáciles, a mi padre y a mi madre por enseñarme desde pequeña que estarán para todo lo que puedan pero no para resolverme ningún problema, a Charo Martin Perez por no soltarme la mano a pesar de todo, por estar ahí cuando creo que no puedo más porque tú eres ejemplo de fortaleza y valentía. Gracias a mis seres del más allá por aparecer en mis sueños para arroparme. Y a todas las personas que estuvieron, que me abrazaron de cerca o de lejos, que me dieron aliento, decirles que toda la ayuda al prójimo, os será devuelta doblemente. Y es que en esta vida, todo regresa a ti...dar amor y educar, quizá esa sea mi misión, al menos, por ahora...Gracias.

La Gomera. 20/09/24



lunes, 29 de julio de 2024

Siete pecados capitales

 Dicen que los pecados fueron el castigo con los que Dios condenó al hombre y a la mujer...


Todavía creemos en ellos, y de ahí nos viene la sensación de culpa constante que tampoco, como los pecados, existe. Nos impusieron sentirnos mal por cada cosa que se salía de esas normas impuestas pero no cotejadas en ningún manual, esas de las que la gente se llena la boca porque sí, porque tenemos que mantener la compostura. Pero a Dios se le olvidó una cosa: que el ser humano tiene instintos animales donde el raciocinio no llega.

Aquel día, ensimismada, embriagada de la sangre de Cristo, fui condenada al mismísimo infierno por morder la manzana. Me castigaron a expirar mis culpas por los llamados siete pecados capitales. Y es que no me pude resistir a chupar el fruto prohibido que pendía de tu cuerpo cual árbol en el Paraíso. Con Soberbia me bebí toda la saliva que segregaba tu boca para sentirte mía, me sabía a la púrpura de las venas de tu lengua después de morderla para dejarte la sequedad que solo producen las despedidas. Con Avaricia poseí todos tus bienes más preciados, desde la frente hasta el último resquicio de tus pies, que se movían implacables cuando llegaba la plenitud más acertada que había contemplado jamás. Con Lujuria cabalgué sobre tus dedos que se adentraban en mí acariciándome las entrañas del alma, deshaciendo mi corazón a pedazos, esparcidos cual presa descuartizada a tu antojo, me dejé matar de placer porque no sabía si existiría un mañana.

Y con la Ira que desprendieron mis manos, te arañé la espalda, te mordí para dejarte señales creyendo que nunca me olvidarías, succioné tu clítoris hasta que gritaste de dolor, porque la ira, es sin duda, el daño más placentero de los cuerpos infernales. Y te comí entera con gula, hasta acabar vomitando mariposas durante días, que revoloteaban libres a su antojo provocando en mi un malestar que no habrá medicina más que tus caricias para aliviarme. Y sentí Envidia del aire que respirabas, de las sábanas que te cubrían, de los besos en el vaso de madrugada, del carmín de tus labios y hasta del cepillo de dientes que te hacía cosquillas en las encías por la mañana. Pero me dio Pereza ir a buscarte, salir de mi zona de confort para volver a pasar por el infierno, y este último pecado por el que fui castigada me aletargó, me adormecí en el recuerdo de tu piel para siempre. Y ahora, cierro fuerte los ojos y te veo, encendiendo yerbas para perder el sentido del espacio y el tiempo, ese lugar que no existió para nosotras, ese momento que no se produjo, ese encuentro en el que los planetas no se alinearon para que viviéramos juntas el resto de nuestras vidas.

Pagaría mil veces el castigo del supremo por volver a fundirme contigo en el mismísimo infierno, aunque luego fuese condenada a llorar por dentro y sonreír por fuera, como si no hubiera pasado nada...ese es mi castigo eterno, vivir esperando cada luna llena para volver a recordar que dormimos bajo el mismo cielo y pensar que todavía, te quiero.


Amanda Eslava


Fuerteventura
29/07/2024

sábado, 20 de julio de 2024

Soulmate

 Soulmate apareció en mi camino por puro azar, una templada madrugada dando vueltas en la cama sin encontrar sentido a lo que acontecía en mi interior. Hasta que revisando mis redes sociales apareció: encuentro entre dos almas que llevan buscándose toda la vida.

Cerré los ojos, y me sumergí en el astral para poder divisarla. Allí estaba, mirándome de frente a los ojos sin tan siquiera parpadear. Sus colores, su melodía, su elegante sinuosidad, su estela por sonrisa, las estrellas vítreas de su retina. Era tal como me lo habían explicado en aquellas clases de meditación. Soulmate. Y todo lo que ocurrió en ese espacio donde no existe el dolor, donde los cuerpos se quedan en tierra y solo penetran las almas para bailar, donde no existe el ego ni la codicia, ni el odio, sino, paz. Solo pocos sabrán a lo que me refiero, solo si has estado en el astral sabrás que en los sueños, uno se da cuenta, si ha trabajado su sensibilidad, de que ha salido de sí mismo, para ser feliz hasta que despierte. Y esa es la lucha con la mente, mientras el espíritu vuela, la razón quiere devolverlo al estado físico. Es ahí, en ese punto intermedio, donde debemos ganarle la partida a la realidad. 

Mi compañera estaba allí, pude saber que era ella porque las almas saben cual  es  la siamés que busca con tan solo observarla lo que dura una canción un ocho de marzo. No hubo tiempo más que para danzar el último vals que quedaba en la lista aquella tarde, tiempo más que suficiente para saber, que no se olvidarían jamás. Lo que los vivos hacen en años, las almas en el astral lo hacen en segundos, toda una vida pudimos recorrer juntas aquellos minutos, porque allí arriba, no existe la noción de tiempo ni espacio. Nada nos detenía, nos fundimos en un abrazo, nos besamos, hicimos el amor, sin necesidad de hablar, nos conocimos hasta en las profundidades de nuestras entrañas, nos acariciamos con una música a piano y lloramos sabiendo que todo tiene un principio y un final, como el sueño del que nos habíamos escapado. No hubo sexo más placentero que ese, que atravesó las dimensiones del universo mientras los planetas iluminaban la locura que producía el encuentro. Magistral.  Soulmate.

Todavía recuerdo esa noche sin tener que anotarla como me recomendaron, sin tener que escribirla en ningún papel, porque los viajes a través del tiempo, nunca se olvidan. Quedé preñada del Amor más puro y limpio que pude conocer, de ese Amor que te mece en volandas, ese Amor que no tiene carencias, ni está manchado de las injusticias terrenales, ese Amor de luz que dicen que tienen los niños hasta cumplir los seis años. Un Amor puro, transparente, impetuoso, leal, simbiosis pura de dos destinos que se encuentran en el camino y que no se pueden separar porque ese famoso hilo rojo los aprieta, aunque yo reniegue de tales teorías, debe haber algo que se me escapa de las manos, supongo que la ciencia tendrá la última palabra, como siempre. 

Aquella noche, cometí el error de despertar, caí en la tentación de las alargar la mano en busca del teléfono, y me deslicé por un pozo oscuro donde anidaban almas sin piedad que me pintaron la realidad de nuevo. Me dejé llevar,sí,  por miedo a volver al astral y que ya nada fuera lo mismo, los miedos, nacen en el momento que vuelves a pisar la tierra. La pisé firme y volví a  mi ser, pero ya no era la misma, había perdido la oportunidad de quedarme en un lugar seguro, lleno de felicidad y tranquilidad. Y volé lejos, muy lejos, hasta quedarme segura de que no volvería a dejarme llevar, quería quedarme en la zona estable que nos enseñaron y de la que siempre renegué, aquella en la que hay que cumplir con las directrices y las normas preestablecidas, aquella donde la felicidad se expone sin sentirla, aquella donde todo es un decorado y los personajes sonríen teñidos de maquillaje.  Una mentira que nos creemos por el ritmo que marca la sociedad. 

Pero los Soulmate, siempre acaban reencontrándose, por mucho tiempo que pase, por muchas vidas que transcurran sobre ellas, por muchos obstáculos con los que  se les condene , por muchas lunas llenas que marquen solsticios, siempre, siempre, se vuelven a encontrar. Y así fue como el mundo terrenal hizo todo lo posible por separarlas, porque decían en la tierra, que andaban obsesionadas, que esa historia no era real, que era cuestión de carencias en sus caminos, que la necesidad no existe, pero nadie sabía, que se preferían. Y comenzaron a hablar un lenguaje que nadie entendía, de otras épocas, con recursos literarios jamás estudiados por los mejores historiadores del mundo, el lenguaje Soulmate, ese que  por siempre, quedará entre nosotras.  



Amanda Eslava

Fuerteventura. 20/07/24

martes, 19 de febrero de 2019

Los diez mandamientos de la Ley del Amor...

La vida, es aquello que tú quieras que sea...puedes elegir quedarte agazapada o desplegar las alas y dejar despiertos los sentidos...
Miré entonces al cielo, no sabía si irme o quedarme, y de repente recordé al Dios que me enseñaron en la escuela, y reproduje sus mandamientos...
Amar a Dios sobre todas las cosas es lo que hacía, estremecerme mirando sus dones, el sol al atardecer, helarme los pies acariciando sus aguas, dejando que su luz cegara mis pupilas, tocar sus arenas, dejarme vencer por el viento, observar las corrientes, escuchar como se intercambiaban las aves en el escenario según el crepúsculo...
Y no tomaría el nombre de Dios en vano, sino es bendiciendo el momento en que el placer me atraviesa y me eleva hasta dejarme caer exhausta sobre una nube de algodón blanco que me mece hasta la misma puerta del infierno, y créeme que luego me confieso y yo misma me sé de memoria la penitencia que procede, pero seguiré alabando a Dios cada vez que termino empapando sus manos entre mis piernas
Y juro santificar todas las fiestas con la sangre de tu hijo, y llenarme las comisuras de los labios de rojo ennegrecido, y que los dientes cambien de color de tantos sorbos de vino, y celebrar cada día sin que estén marcados en el calendario y hacer de un trece un catorce de febrero, y acabar pecando sobre tu cuerpo.
Nada más hermoso que honrar a un padre y venerar a una madre marcando nuestro camino con la infelicidad de su felicidad, para al final darnos cuenta que sin su honra, la nuestra no tiene sentido. Y en ese momento, avisas de que hoy tampoco llegas a casa, porque mi sonrisa te ha podido, y sumamos oraciones a la penitencia...
Y que no puedo matar y que yo te quiero matar a besos, y que no sabría luego donde enterrarte si no es en mis adentros, aquí, donde yo sola te lleve flores al jardín de mis alegrías y te meza entre suspiros al oído cuando te hunda la tristeza, para devolverte las ganas de volver sin ser llamada, de buscarme sin despedidas...
Actos impuros dicen, cariño, qué sabrán los que pusieron voz a Dios, si dios es el que permite los amores más puros, cómo pueden llamar impureza a crear naturaleza en el eco de tu voz, como pueden llamar impuro a mezclarnos solo en uno y a gritar en un orgasmo en nombre de Dios...si de un acto impuro nace vida, y la vida la trajo dios, qué coño es la impureza de la que los hipócritas hablan si no han tenido tu boca alimentándoles el alma...
No robarás...madre mía, si yo cada vez que te vas me quedo vacía, quién estableció los mandamientos que no mandan sin que yo tenga que desobedecerlos cuando estoy contigo, que soy la pecadora más impune de toda la gloria, la gloria de la que me expulsan cuando hasta su puerta llego a rastras, oliendo a sexo y partiéndome el alma, como las rameras, esas que dicen que perdonaban, que no pienso pedir perdón porque no me arrepiento de nada.
Y no me digas mentiras, que es el octavo mandamiento, aunque la verdad sea un azote en el costao que me duele más que a un costalero, porque ellos portan madera y yo tu cuerpo entero, que se mece sobre el mio por los callejones de la piel a paso lento, con las marchas del desaliento, con la música celestial de los golpes del deseo, con la melodía que solo son capaces de provocar las llamas de este infierno.
Pienso seguir teniendo deseos impuros sin tener que arrodillarme y confesar más que en el mismo punto intermedio, allí donde duermen los flamencos, allí donde la columna se te arquea para entrar en el paraíso donde nunca estuviste, donde nada hasta ahora te llamó para que frenaras, y vislumbraras lo que creías tan lejos estando cerca de tu casa...
Y codiciaré los bienes ajenos, los tuyos, para hacerlo míos, a destiempo, cuando me plazca, o cuando tu digas que sea el momento, o cuando haya ganas, o cuando la vida quiera, o quizá mañana, o tal vez nunca, pero no me lo creo, porque todo son excusas, dominadas por los miedos, ese miedo que yo arrojé el día que te miré al mismísimo infierno...

martes, 13 de noviembre de 2018

Los hijos del Mar...


Todavía recuerdo como me atravesaba con la mirada mientras narraba que no podía  contener más el tiempo para volver a dedicar su vida a trabajar con menores, no pudo soportar vivir con la ausencia de sus voces, de su amor, de sus historias, de sus necesidades. Ella fue esa persona que me dio la oportunidad de cumplir uno de mis sueños, esos en los que crees y acabas creando. Aún la veo doblar aquella calle, impaciente, esperando el autobús que traería consigo un cambio importante para nuestras vidas. Niños magrebíes y subsaharianos que cansados y ataviados con nada más que el teléfono memorizado de su madre, cruzaron el umbral de la esperanza, de haber pisado por fin tierra firme lejos de fría orilla donde recibieron los primeros auxilios.

Lo consiguieron, fuertes y valientes pero ahora asustados, cohibidos, confusos, somnolientos, con hambre y sed, con carencia de ternura, deseosos de que una mano les acariciara para calmarles el corazón y poder apaciguar sus miedos. Llegaron, para no quedarse, porque la casa era un lugar de emergencia social, vinieron para coger fuerzas y seguir su camino, el sendero de la libertad, para lo que habían convencido  a su familia que debían hacer con ellos. La libertad de no ser esclavos de la pobreza más acuciante en una tierra de nadie, donde sus gobernantes se bañan en oro mientras que a ellos los recoge la calle y la miseria, la hambruna y la guerra, las violaciones de derechos humanos, malditos documentos europeos que no hacen más que hacinarse en despachos sin convertirse en un hecho real.

Una vez que los ves llegar, jamás se te borran sus ojos de la memoria. Empiezan los días en que no puedes dormir, tienes pesadillas donde escuchas el eco de sus llantos sordos, de tu nombre en diferentes colores y acentos, resuenan tan bonitos en sus labios negros que sus bocas acaban dibujando sonrisas cuando te ven la cara de incredulidad ante su avance en español.

Una vez que entras en sus vidas, ellos se quedan en la tuya eternamente, por mucho que partan lejos, por mucho que tengas que reprenderles porque no se  comportan bien, ellos dan y reciben y tú recibes mientras das todas las energías con las que te levantas cada amanecer. Cuando llegas a casa ya no te queda nada, sientes un vacío desolador parecido a las despedidas, aun sabiendo que mañana volverás a abrazarles.

Hay que vivirlo para poder contarlo, es fácil hablar desde fuera, desde la desinformación y el desconocimiento que nos hace caer en el racismo más obsoleto sin a veces querer llegar a ello, pero es que nos lo venden por todas partes, desde la falta de costumbre, el miedo y la publicidad engañosa, la incultura, la precariedad de entendimiento de la historia de las migraciones, del por qué a veces no tenemos la respuesta ante tanta inhumanidad.

Cuando oigo o leo comentarios vacíos de amor, cuando la gente no sabe lo que es no poder conciliar el sueño escuchando sus gritos en la oscuridad de la noche llamando a sus familias, cuando lloran desconsolados porque les duele algo, cuando llaman a su gente y el teléfono comunica y caen en la más acuciante tristeza, cuando necesitan una mano para poder caminar seguros por la calle, cuando les das un trozo de plastilina y crean con sus dedos una patera repleta de niños al borde del abismo, cuando dibujan una felicitación navideña con muertos en la superficie del mar, cuando huyen buscando a los suyos que ya hace años consiguieron cruzar el estrecho, o los captan redes de tráfico de menores y no puedes hacer más que llamar a la policía y correr tras ellos sin poder alcanzarles mientras te invade la impotencia, cuando los despiertas por la mañana y sonríen porque ven una cara amiga, cuando les das de comer, le preparas la ropa de la ducha, les riñes porque hace frío y les gusta ir en chanclas porque después de su travesía no le temen a nada, cuando prefieren jugar al fútbol descalzos porque se han criado en la calle mientras tus hijos llevan botines se marca flourescentes y no pueden trepar un árbol como ellos, porque están entumecidos con las nuevas tecnologías y nunca conocerán como se juega en las calles haciéndose inmunes. Cuando ves a niños correr como linces, saltar donde jamás tú podrás llegar por mucho que entrenes, cuando vuelan en los columpios del parque sin temor, cuando se caen mil veces y aprenden a levantarse, entonces, habla de lo que quieras.

Yo estoy dispuesta a contarte como rezan cinco veces al día sin zapatos, como no sienten la humedad como nosotros, como su valor te da mil vueltas porque no entienden de tu zona de confort, de tus diazepan ni tilas dobles, como pasan dolor mientras llega la ambulancia y ni siquiera se quejan, como te miran agradeciéndote que les pongas la mano en el pecho cuando los levantan las convulsiones en una camilla porque les arrecia la fiebre, como te llaman mamá si pasas de los treinta o amiga cuando bajas de los veinticinco, como se enfadan porque les impones normas para que luego tú te sientas cómodo cuando veas a un “moro” o un “negro” por la calle, teniendo encima que soportar como te agarras el bolso o como pierdes visión mirando las cámaras de vigilancia de tu establecimiento.

Los hijos del mar no roban, cualquiera podemos ser ladrón. Ellos no van sucios, ellos tienen los pies negros de caminar a veces años para cruzar las fronteras de la muerte, dicen que tienen mal aspecto pero les aseguro que el corazón no les cabe en sus adentros, ellos van cogiendo toda la acerca mientras caminan porque son como hermanos, no para entorpecer el paso a nadie, ellos no hacen daño a las mujeres, solo las miran asombrados porque en su cultura no se ve a las chicas libremente mostrando su cuerpo como en nuestra mal llamada democracia, porque no podemos presumir actualmente de ella o dar ejemplo de la misma siendo violadores de nuestra propia constitución.

No me hables de los MENA sino has estado en uno de ellos, sino los has visto huir por una ventana y caer partiéndose una mano porque gente sin escrúpulos les ha dicho que si saltan, con ellos podrán tener una vida mejor. No hables sino has estado con un niño de color en urgencias y han tardado en atenderte porque no son más que nadie, no hables si no has sentido la solidaridad de un médico acariciándole la mano para que no tuviera miedo a la aguja, no hables si lo llevo sin bufanda porque quizá se la haya regalado a un amigo. No contamines a los tuyos de ideas rancias sobre algo que no has vivido en primera persona.

Estoy cansada de la política, de los juegos sucios de las administraciones, de ver como echan un mano a mano a ver quién se hace más daño públicamente sin pudor, sin escrúpulos, sin piedad, porque todo vale por el maldito dinero aunque pongan en juego sus propios valores solidarios, que  mezclado con lo material acaban desapareciendo.

No hables más si ninguno de esos niños se ha dormido sobre tu pecho buscando el calor de su madre, no hables si no sabes comer a su lado, en su mesa, con sus platos, como uno más. No hables si no has bailado con ellos para animarles al ritmo de la madre África, no hables  si no te has emocionado cuando pronuncian su primera palabra en español, no hables si no has sentido como te tiembla el cuerpo cuando presencias una reagrupación familiar, cuando sabes que no los puedes escolarizar porque estás en un centro de emergencia, que están de paso, que se irán, que no puedes cogerles cariño porque la partida es dura. Cuando no sabes lo que es ir con ellos a una discoteca para niños y que les nieguen la entrada por ser de otra etnia y te vas, jodida, maldiciendo al ser inhumano hasta tu casa sin saber cómo explicarles la verdad y acabar diciéndoles que estaba el aforo completo.

Cállate sino sabes lo que es hacer comida para setenta cuando todavía no existen medios materiales ni humanos, cuando tus pies no pueden más y que sigues adelante imaginando como fue su travesía, eso, es lo único que te da fuerzas para entrar a las ocho e irte a tu casa a las cuatro olvidándote de que no te has sentado siquiera a comer, total, tu frigorífico está lleno, ellos tienen que compartir lo que les queda.

Cállate y no seas más la vergüenza para tus hijos, ni para las futuras generaciones. La inmigración sacará a España de la pobreza de espíritu en la que vive sumida, lejos de la iglesia que formó Cristo, sí, ese al que tú le sigues lleno de oro y miserias, de hipocresía, ese al que rindes pleitesía y luego llegas a casa e insultas a tu mujer, o no pasas tiempo con tus niños, el que mira mal a un menor extranjero. Deja de portar medallas, imágenes de santos, y cree en aquel revolucionario que hace más de dos mil años lavaba los pies a los pobres, convivía con las prostitutas o curaba a los leprosos. Entonces así, podrás hablar. Acércate a ellos, intenta comprenderlos, mira a través de su alma mientras sanas la tuya que falta te hace seguro. Te prometo que una vez lo consigas, sabrás lo que es trabajar con el corazón dentro de las normas establecidas, que ya no entenderás de oficios mecánicos, de obedecer sin ser flexible, de llegar a casa enfadado y con estrés. Todo cambiará en tu vida, y serás mejor persona, alejado de esta sin razón donde  algunos se empeñan en crear batallas entre los humanos, siendo la vergüenza de los propios animales que en manada, viven unidos y alcanzan sus fines en comunidad.

Ojalá algún día, los niños migrantes dejen de ser piezas en juegos sucios, hijos de padres y madres que no los atienden porque trabajan para hacer frente a sus enemigos en las cámaras, que se  pelean creando leyes que no les favorecen como los matrimonios divorciados, que pierden el tiempo en el combate a ver quién les da más o menos, mientras hacen daño a los niños. Los hijos del mar, los hijos de África, los hijos de Europa, los hijos de todos, porque todos somos cómplices de que pierdan la vida en el mar, así que unámonos para al menos a los que han llegado con vida, seamos capaces de tenderles una mano, que no somos más que ellos, que somos la miseria y los hijos de un pueblo que un día explotó sus riquezas.

 Ahora asumamos las consecuencias y no caigamos en la necedad de discutir si tienen zapatos que ponerse o si ha llegado a tiempo el libro de lectura o la cita médica, preocupémonos de que tienen el calor que el frío del mar les arrancó de sus madres, mujeres que se ahogan en lamentos al otro lado, y que si cierras los ojos, las sentirás protegerte en agradecimiento de que cada noche, arropes a sus pequeños con el ardor de tus manos.

Que Alá os proteja en vuestro camino hacia la libertad. Y que los gobiernos se unan para hacer un mundo mejor porque todos navegamos en el mismo barco, en la misma vida, de la que partiremos algún día porque la muerte no perdona a nadie.
Os amo mis pies negros.





Amanda Eslava Martínez


Jerez de la Frontera, 13 de noviembre de 2018