viernes, 5 de diciembre de 2025

Activismo en el aula


Hacía varias semanas que no descansaba bien, que no encontraba el equilibrio interior del que tanto alardean en redes los psicoinfluencers. Desde que llegué a mi nuevo destino, sentía un vacío existencial que creí que se llenaría con la cercanía del mar, la calma que transmiten las montañas de lava o la tranquilidad con la que la ciudadanía canaria es capaz de convivir. Pero no, aquí no solo resistía gente autóctona, a diferencia de otros pueblos del norte de Tenerife o la Gomera. En este lugar me di cuenta que poco a poco iba perdiendo la percepción de quién era y de dónde venía y encontré la respuesta a que mi balanza interior no estuviera pareja al peso: el activismo. 

Si, echaba de menos guardar un minuto de silencio en el patio cada vez que una mujer era asesinada, ver colgada una bandera Palestina cuando bombardeaban a miles de niños y niñas, quería concienciar sobre el acoso escolar cuando Sandra Peña se suicidó, hablar de la sanidad pública cuando tantas mujeres fueron afectadas en mi tierra por los cribados, el día de las féminas escritoras, el de la discapacidad, o la lucha contra el SIDA. Me faltaba actividad, así que observé a mi alumnado y las aulas donde doy clase, y comencé a reflexionar: un cambio era posible. 

Una vez me dijo mi padre cuando me vio en televisión encabezando una manifestación pro migración: no juegues a ser Dios, porque te va a costar la salud. Pero no se vivir de otra manera. Los grandes maestros de la meditación, cuentan, que tarde o temprano todos encontramos la razón de nuestra existencia. Y yo hace poco, o quizá lo suficiente, descubrí el motivo de la mía.  

A partir de ese momento, revisé la LOMLOE, para quien no lo sepa, es la ley de educación, esas normativas que van cambiando cada cuatro años cuando se va sucediendo el gobierno bipartidista de turno. La analicé pacientemente y leí cosas como que el profesorado debe: hacer de la diversidad riqueza cultural, crear una sociedad democrática e igualitaria sin prejuicios, sin estereotipos o usos discriminatorios. Que se debe desarrollar la conciencia crítica, que el alumnado debe construir opiniones para poder intervenir en contextos sociales y pertenecer, por ende, a una ciudadanía activa a través de la oralidad. Para así establecer vínculos personales. Y entre los objetivos de etapa de este documento educativo, se añade: desarrollar un espíritu crítico frente a la desigualdad.

Y yo me pregunto, dentro de este barco a la deriva en el que se ha convertido la educación, ¿qué marinero está llevando a cabo una nueva ley que da libertad de cátedra como nunca antes la habíamos tenido? En ese momento paré todo lo que estaba haciendo y recordé mis experiencias en los trece centros anteriores en los que había trabajado como sustituta, una opción laboral donde no terminas de echar raíz en un grupo de menores, porque cuando ya tienes formada la “familia”, tienes que cambiar de destino. Y es que, para la Consejería, ya sabemos que somos números trabajando con cifras. Lamentable. Pero este, no era el caso, y por fin, con una vacante bien aprovechada, se puede al menos conseguir que tres de cada treinta, recuperen la motivación, que no es poco.

A partir de entonces, me llevé el activismo que tanto echaba de menos al aula, a mis cuatro familias que tantos quebraderos de cabeza me han dado. Y ordené los criterios de la educación desde la base, y esas cuatro paredes, las hice mi casa. Aprendieron que a los mayores hay que respetarlos, que si queremos hablar, pedimos la palabra, que todos somos iguales y que si alguien interviene, los demás callamos, que si pide atención el compañero, no nos reímos, respetamos, que el docente no grita, enseña y transmite, que todos tenemos problemas, penas, alegrías y que no hay que rezar en templos sino que debemos amar al prójimo. Que si uno de nosotros tiene un mal día, la clase se para, y se dinamiza, que si estamos nerviosos, volvemos a la calma, que si hoy toca conmemorar algún artículo de los derechos humanos, todos paramos. Que hay que ver las noticias una vez al día, que, si estás solo en casa y se te olvida prender la televisión, en vez de seguir a tantos famosos que no aportan, le damos likes a las fuentes de sucesos de última hora. Que no podemos creernos todo lo que vemos, o leemos, o nos cuentan, que hay que corroborarlo y sacar nuestro propio criterio, o que no se puede insultar a una persona porque no sea igual al resto, en la diferencia está la igualdad. Que la superioridad no nos hace grandes, nos hace tremendamente insignificantes.

Dos meses después, sigo riendo y llorando mientras corrijo, y aunque todavía son pequeños para comprender tantas cosas, son capaces de plasmar en una redacción sus miedos y sus inseguridades, sus alegrías y sus tristezas. Hay tardes en las que se me parte el alma, revisando sus trabajos, y aunque sigo por protocolo la burocracia de la programación anual de mi departamento, me di cuenta que la ética, la moral y sobre todo los valores, caben en cada línea de la misma y que con un cuadro de determinantes demostrativos puedes construir la descripción de tu estado emocional. Así como con las funciones del lenguaje, crear un cartel para que el mar no trague más plásticos. Y que saber lo que es apelar o persuadir llevado al corazón, puede ser un motivo de esperanza. 

Este trimestre, exhausta, pero feliz, termino de poner las notas en un sistema informático putrefacto y opresor,  que solo sirve para limitar el futuro de nuestros jóvenes. Un sistema, que no tiene cabida para todos y todas, que no es igualitario ni diverso. Siempre les digo que, aunque les pongamos un número, lo importante es ser buenas personas. Los conocimientos se adquieren solos, y más a estas alturas de la vida donde nos domina la tecnología, pero ser humilde, nos llevará aún más lejos. Que no se conformen, que no abandonen, que todos son capaces, pero desde estas líneas le pido al profesorado nobel y veterano, que se adapte a las nuevas necesidades, a cada historia, que tan solo con preguntar ¿cómo estás hoy? Descubres un mundo al que te debes, porque la docencia, sigue siendo la de siempre, simplemente, hemos perdido el espíritu y la ilusión. 

Les recomiendo la película “el maestro que prometió ver el mar”.  En este lugar, tienen mar, pero no olviden contemplarlo en los ojos del otro. La maldad no está en ellos, simplemente, están perdidos, en un maremágnum que obliga a sus familias al abandono infantil en jornadas laborales interminables, donde la conciliación sigue siendo el eslabón perdido y donde nuestro alumnado es sencillamente, la víctima. La saturación en el sistema de salud mental y en la educación pública, está haciendo estragos en todos y cada uno de nosotros, pero, aunque no podamos cambiar el mundo, tenemos la suerte de llevar el activismo a las aulas y crear mejores personas para un mundo al que le falta conciencia. 

Ayer, 4 de diciembre, aunque no era 28 de febrero, se conmemoraba el día de mi tierra y haciendo referencia al himno de la misma, yo les animo desde estas líneas: docentes, levantaos, pedid recursos y dignidad. Por los niños y las niñas, por el futuro de la sociedad, no desistan, yo después de casi dos décadas pensando si ejercer o no, he acabado encontrando el sentido de la vida.


Amanda Eslava 

Fuerteventura. 05/12/2025


  • Estos carteles son el resultado de las actividades de aula, pero hay dos imágenes que representan el estado de ánimo de la adolescencia. Recuerda, asistir a cada manifestación por la sanidad y por la educación púbica y haz que tu voto, merezca la alegría, que no, la pena.

Llegada de la flotilla española







viernes, 20 de septiembre de 2024

San Sebastián

 El destino a veces, o casi siempre te sorprende, aunque haya gente que no crea en esa sensación de todo pasa por algo o ya conocerás la razón del cambio con el paso del tiempo.

Cuando me colgué el bolso y me dispuse a dar una sorpresa a mi familia, sin más atavíos que "lo puesto" porque en casa de mi madre tenía suficiente ropa para cuatro días, jamás imaginé que estando brindando con la sangre de Cristo a las 22.22 horas de la noche, me iba a cambiar el rumbo. Dos personas estaban a mi lado, Charo Martin Perez y Toñi Zorrero, y les contaba mis nervios por saber dónde me tocaría este año trabajar en la enseñanza pública. Con el tiempo, una va perdiendo el contacto con la gente que quiere, y es que la distancia hace mellas para bien, porque ya me quedo con lo positivo. Quien está a tu lado, te encuentra. No hay más.

Pero lejos de melancolías, porque ya nada me afecta desde que me reconcilié con mi soledad en la isla desierta, nunca mejor dicho, aquella noche cálida de primeros de septiembre mi vida dio otro giro radical, para no variar. Y los esquemas mentales y castillos en el aire se difuminaron una vez más. Tuve que salir de mi pueblo casi sin pensar, y es que la soledad de la que hablo, ya te hace tomar decisiones por inercia como bien sabe mi amiga Recovecos Natalia Guillén en sus escritos. Y cuando me di cuenta estaba sobrevolando el Magreb dirección Fuerteventura. No me dio tiempo de reaccionar y en dos días que pasaron como si fueran dos minutos tuve que empaquetar un año de vida en cuatro cajas y dos maletas. Gracias a Josselyn Artiles pude dejar a buen recaudo, pequeñas cosas materiales pero de las que me costaba despegarme: un libro regalado por una niña africana, un poncho de invierno por si alguna vez la previsión se volvía del revés y que me entregó alguien muy especial antes de partir al más allá, y algún detalle de mi alumnado que por mucho que me senté sobre las mochilas para cerrarlas, no conseguí sino romper la cremallera. Lo que me costó que en el aeropuerto de camino a Tenerife Norte me hicieran firmar un documento como que ya venía deteriorada antes de embarcar. Al final, me alegré, porque cuando la recogí en aquella cinta donde esperas largos minutos mientras piensas que tus pertenencias se han perdido, descubrí que algún trabajador, me la había podido arreglar. Bendito sea el señor, ya veía mis bragas desperdigadas por los túneles del terror.

Me dolían todos los tendones de mi cuerpo, no lo supe hasta llegar a Los Rodeos, donde da igual que época del año sea, siempre te cala la humedad en los huesos. Miré la cartera, me habían hakeado la tarjeta de crédito en todo este trajín de viajes, tuve que llamar al banco cientos de veces hasta que parece que se solucionó, pero aún sigo esperando poder pagar con un trozo de plástico que no llega a tiempo de poder comprar ni una toalla de playa. Creo que tengo suficiente para pagar el taxi, pensé, porque en guagua no llego al puerto de los Cristianos al Sur de la imperiosa isla.

Tenía ansiedad por ver al Padre Teide, ese pico al que tantas veces imploré desde los charcos más recónditos, donde pensaba que no había lugares más bonitos en el mundo, enterrada en salitre y lava, en silencio, bajo la atenta mirada de los riscos, donde imaginaba a los guanches prendiendo el fuego o de repente, veía retrotraída en el tiempo a los rebeldes huyendo de los asesinos del régimen. Porque aunque no lo creía, estas islas encierran más de lo que podamos imaginar, su historia es interminable, infinitamente sobrecogedora. Pagué al amable taxista, con el que no crucé palabra porque iba pegada al cristal de la ventana sumida en mis recuerdos, en todo lo que dejaba en aquel lugar donde se entra llorando y se sale a lágrima viva, en los abrazos que me quedaron por dar, en las despedidas que no pude tener por la pena que me ahogaba, y en lo que dejé también en este trozo de tierra que recorrí de norte a sur en 45 minutos a todo gas para poder enlazar con el barco.

Llegué al puerto, donde llegan las pateras cargadas de miserias un día si y otro también, donde amé y reí, donde me bañé, donde estuve sola y acompañada, donde fui por primera vez en ropa de invierno y tuve que comprar un bikini en una tienda y ropa de verano porque pagué la novatada del turista que llega en diciembre creyendo que en las islas nieva, todavía sonrío.

Y cuando me senté en el barco, el tiempo seguía volando, el mar estaba en calma y atisbé dos calderones felices saliendo y entrando del agua, quizá dos delfines, pero sabía que no todo podría salirme mal. No le dio tiempo de atracar al ferry, cuando ya estaba en las escaleras para bajar a toda prisa, sacar el equipaje, del que seguía tirando a base de dolores de espalda y coger otro taxi a mi nuevo trabajo. Creí que no llegaría, pero llegué, diez minutos antes de que cerrasen la puerta. Tiré las maletas en la entrada de conserjería y subí corriendo las escaleras. Ya conocía el camino, nada había cambiado en dos años desde que vine a hacer una sustitución de quince días en los que invertí mucho más dinero del que gané, esto es así, el interino gasta más que gana si no al principio, al final en sí mismo cuando cansado de currar piensas que la vida son tres días.

Y en ese instante, el 9 de septiembre de 2024, comencé un nuevo curso, una nueva aventura, y es que para el docente, los años no comienzan el 1 de enero ni terminan el 31 de diciembre. Ahora, desde la tranquilidad después de la tormenta, desde la calma que me llega de la montaña a través de la ventana de mi nuevo salón, puedo decir que todos somos migrantes, que todo puede pasar, que todo se puede conseguir, que todo pasa por algo y que seguramente más pronto que tarde sepa por qué estoy aquí. Nada es imposible, nada es casualidad, simplemente aprendí que cuando el miedo te acecha hay que echar a correr y no volver la vista atrás, que todo tiene solución menos la muerte y que la salud es la principal aliada para salir adelante mientras que la soledad es la que te hace endurecer la piel para seguir protegiendo la aureola que acaricia el alma...

Gracias a la vida, por no ponerme las cosas fáciles, a mi padre y a mi madre por enseñarme desde pequeña que estarán para todo lo que puedan pero no para resolverme ningún problema, a Charo Martin Perez por no soltarme la mano a pesar de todo, por estar ahí cuando creo que no puedo más porque tú eres ejemplo de fortaleza y valentía. Gracias a mis seres del más allá por aparecer en mis sueños para arroparme. Y a todas las personas que estuvieron, que me abrazaron de cerca o de lejos, que me dieron aliento, decirles que toda la ayuda al prójimo, os será devuelta doblemente. Y es que en esta vida, todo regresa a ti...dar amor y educar, quizá esa sea mi misión, al menos, por ahora...Gracias.

La Gomera. 20/09/24



lunes, 29 de julio de 2024

Siete pecados capitales

 Dicen que los pecados fueron el castigo con los que Dios condenó al hombre y a la mujer...


Todavía creemos en ellos, y de ahí nos viene la sensación de culpa constante que tampoco, como los pecados, existe. Nos impusieron sentirnos mal por cada cosa que se salía de esas normas impuestas pero no cotejadas en ningún manual, esas de las que la gente se llena la boca porque sí, porque tenemos que mantener la compostura. Pero a Dios se le olvidó una cosa: que el ser humano tiene instintos animales donde el raciocinio no llega.

Aquel día, ensimismada, embriagada de la sangre de Cristo, fui condenada al mismísimo infierno por morder la manzana. Me castigaron a expirar mis culpas por los llamados siete pecados capitales. Y es que no me pude resistir a chupar el fruto prohibido que pendía de tu cuerpo cual árbol en el Paraíso. Con Soberbia me bebí toda la saliva que segregaba tu boca para sentirte mía, me sabía a la púrpura de las venas de tu lengua después de morderla para dejarte la sequedad que solo producen las despedidas. Con Avaricia poseí todos tus bienes más preciados, desde la frente hasta el último resquicio de tus pies, que se movían implacables cuando llegaba la plenitud más acertada que había contemplado jamás. Con Lujuria cabalgué sobre tus dedos que se adentraban en mí acariciándome las entrañas del alma, deshaciendo mi corazón a pedazos, esparcidos cual presa descuartizada a tu antojo, me dejé matar de placer porque no sabía si existiría un mañana.

Y con la Ira que desprendieron mis manos, te arañé la espalda, te mordí para dejarte señales creyendo que nunca me olvidarías, succioné tu clítoris hasta que gritaste de dolor, porque la ira, es sin duda, el daño más placentero de los cuerpos infernales. Y te comí entera con gula, hasta acabar vomitando mariposas durante días, que revoloteaban libres a su antojo provocando en mi un malestar que no habrá medicina más que tus caricias para aliviarme. Y sentí Envidia del aire que respirabas, de las sábanas que te cubrían, de los besos en el vaso de madrugada, del carmín de tus labios y hasta del cepillo de dientes que te hacía cosquillas en las encías por la mañana. Pero me dio Pereza ir a buscarte, salir de mi zona de confort para volver a pasar por el infierno, y este último pecado por el que fui castigada me aletargó, me adormecí en el recuerdo de tu piel para siempre. Y ahora, cierro fuerte los ojos y te veo, encendiendo yerbas para perder el sentido del espacio y el tiempo, ese lugar que no existió para nosotras, ese momento que no se produjo, ese encuentro en el que los planetas no se alinearon para que viviéramos juntas el resto de nuestras vidas.

Pagaría mil veces el castigo del supremo por volver a fundirme contigo en el mismísimo infierno, aunque luego fuese condenada a llorar por dentro y sonreír por fuera, como si no hubiera pasado nada...ese es mi castigo eterno, vivir esperando cada luna llena para volver a recordar que dormimos bajo el mismo cielo y pensar que todavía, te quiero.


Amanda Eslava


Fuerteventura
29/07/2024

sábado, 20 de julio de 2024

Soulmate

 Soulmate apareció en mi camino por puro azar, una templada madrugada dando vueltas en la cama sin encontrar sentido a lo que acontecía en mi interior. Hasta que revisando mis redes sociales apareció: encuentro entre dos almas que llevan buscándose toda la vida.

Cerré los ojos, y me sumergí en el astral para poder divisarla. Allí estaba, mirándome de frente a los ojos sin tan siquiera parpadear. Sus colores, su melodía, su elegante sinuosidad, su estela por sonrisa, las estrellas vítreas de su retina. Era tal como me lo habían explicado en aquellas clases de meditación. Soulmate. Y todo lo que ocurrió en ese espacio donde no existe el dolor, donde los cuerpos se quedan en tierra y solo penetran las almas para bailar, donde no existe el ego ni la codicia, ni el odio, sino, paz. Solo pocos sabrán a lo que me refiero, solo si has estado en el astral sabrás que en los sueños, uno se da cuenta, si ha trabajado su sensibilidad, de que ha salido de sí mismo, para ser feliz hasta que despierte. Y esa es la lucha con la mente, mientras el espíritu vuela, la razón quiere devolverlo al estado físico. Es ahí, en ese punto intermedio, donde debemos ganarle la partida a la realidad. 

Mi compañera estaba allí, pude saber que era ella porque las almas saben cual  es  la siamés que busca con tan solo observarla lo que dura una canción un ocho de marzo. No hubo tiempo más que para danzar el último vals que quedaba en la lista aquella tarde, tiempo más que suficiente para saber, que no se olvidarían jamás. Lo que los vivos hacen en años, las almas en el astral lo hacen en segundos, toda una vida pudimos recorrer juntas aquellos minutos, porque allí arriba, no existe la noción de tiempo ni espacio. Nada nos detenía, nos fundimos en un abrazo, nos besamos, hicimos el amor, sin necesidad de hablar, nos conocimos hasta en las profundidades de nuestras entrañas, nos acariciamos con una música a piano y lloramos sabiendo que todo tiene un principio y un final, como el sueño del que nos habíamos escapado. No hubo sexo más placentero que ese, que atravesó las dimensiones del universo mientras los planetas iluminaban la locura que producía el encuentro. Magistral.  Soulmate.

Todavía recuerdo esa noche sin tener que anotarla como me recomendaron, sin tener que escribirla en ningún papel, porque los viajes a través del tiempo, nunca se olvidan. Quedé preñada del Amor más puro y limpio que pude conocer, de ese Amor que te mece en volandas, ese Amor que no tiene carencias, ni está manchado de las injusticias terrenales, ese Amor de luz que dicen que tienen los niños hasta cumplir los seis años. Un Amor puro, transparente, impetuoso, leal, simbiosis pura de dos destinos que se encuentran en el camino y que no se pueden separar porque ese famoso hilo rojo los aprieta, aunque yo reniegue de tales teorías, debe haber algo que se me escapa de las manos, supongo que la ciencia tendrá la última palabra, como siempre. 

Aquella noche, cometí el error de despertar, caí en la tentación de las alargar la mano en busca del teléfono, y me deslicé por un pozo oscuro donde anidaban almas sin piedad que me pintaron la realidad de nuevo. Me dejé llevar,sí,  por miedo a volver al astral y que ya nada fuera lo mismo, los miedos, nacen en el momento que vuelves a pisar la tierra. La pisé firme y volví a  mi ser, pero ya no era la misma, había perdido la oportunidad de quedarme en un lugar seguro, lleno de felicidad y tranquilidad. Y volé lejos, muy lejos, hasta quedarme segura de que no volvería a dejarme llevar, quería quedarme en la zona estable que nos enseñaron y de la que siempre renegué, aquella en la que hay que cumplir con las directrices y las normas preestablecidas, aquella donde la felicidad se expone sin sentirla, aquella donde todo es un decorado y los personajes sonríen teñidos de maquillaje.  Una mentira que nos creemos por el ritmo que marca la sociedad. 

Pero los Soulmate, siempre acaban reencontrándose, por mucho tiempo que pase, por muchas vidas que transcurran sobre ellas, por muchos obstáculos con los que  se les condene , por muchas lunas llenas que marquen solsticios, siempre, siempre, se vuelven a encontrar. Y así fue como el mundo terrenal hizo todo lo posible por separarlas, porque decían en la tierra, que andaban obsesionadas, que esa historia no era real, que era cuestión de carencias en sus caminos, que la necesidad no existe, pero nadie sabía, que se preferían. Y comenzaron a hablar un lenguaje que nadie entendía, de otras épocas, con recursos literarios jamás estudiados por los mejores historiadores del mundo, el lenguaje Soulmate, ese que  por siempre, quedará entre nosotras.  



Amanda Eslava

Fuerteventura. 20/07/24

martes, 19 de febrero de 2019

Los diez mandamientos de la Ley del Amor...

La vida, es aquello que tú quieras que sea...puedes elegir quedarte agazapada o desplegar las alas y dejar despiertos los sentidos...
Miré entonces al cielo, no sabía si irme o quedarme, y de repente recordé al Dios que me enseñaron en la escuela, y reproduje sus mandamientos...
Amar a Dios sobre todas las cosas es lo que hacía, estremecerme mirando sus dones, el sol al atardecer, helarme los pies acariciando sus aguas, dejando que su luz cegara mis pupilas, tocar sus arenas, dejarme vencer por el viento, observar las corrientes, escuchar como se intercambiaban las aves en el escenario según el crepúsculo...
Y no tomaría el nombre de Dios en vano, sino es bendiciendo el momento en que el placer me atraviesa y me eleva hasta dejarme caer exhausta sobre una nube de algodón blanco que me mece hasta la misma puerta del infierno, y créeme que luego me confieso y yo misma me sé de memoria la penitencia que procede, pero seguiré alabando a Dios cada vez que termino empapando sus manos entre mis piernas
Y juro santificar todas las fiestas con la sangre de tu hijo, y llenarme las comisuras de los labios de rojo ennegrecido, y que los dientes cambien de color de tantos sorbos de vino, y celebrar cada día sin que estén marcados en el calendario y hacer de un trece un catorce de febrero, y acabar pecando sobre tu cuerpo.
Nada más hermoso que honrar a un padre y venerar a una madre marcando nuestro camino con la infelicidad de su felicidad, para al final darnos cuenta que sin su honra, la nuestra no tiene sentido. Y en ese momento, avisas de que hoy tampoco llegas a casa, porque mi sonrisa te ha podido, y sumamos oraciones a la penitencia...
Y que no puedo matar y que yo te quiero matar a besos, y que no sabría luego donde enterrarte si no es en mis adentros, aquí, donde yo sola te lleve flores al jardín de mis alegrías y te meza entre suspiros al oído cuando te hunda la tristeza, para devolverte las ganas de volver sin ser llamada, de buscarme sin despedidas...
Actos impuros dicen, cariño, qué sabrán los que pusieron voz a Dios, si dios es el que permite los amores más puros, cómo pueden llamar impureza a crear naturaleza en el eco de tu voz, como pueden llamar impuro a mezclarnos solo en uno y a gritar en un orgasmo en nombre de Dios...si de un acto impuro nace vida, y la vida la trajo dios, qué coño es la impureza de la que los hipócritas hablan si no han tenido tu boca alimentándoles el alma...
No robarás...madre mía, si yo cada vez que te vas me quedo vacía, quién estableció los mandamientos que no mandan sin que yo tenga que desobedecerlos cuando estoy contigo, que soy la pecadora más impune de toda la gloria, la gloria de la que me expulsan cuando hasta su puerta llego a rastras, oliendo a sexo y partiéndome el alma, como las rameras, esas que dicen que perdonaban, que no pienso pedir perdón porque no me arrepiento de nada.
Y no me digas mentiras, que es el octavo mandamiento, aunque la verdad sea un azote en el costao que me duele más que a un costalero, porque ellos portan madera y yo tu cuerpo entero, que se mece sobre el mio por los callejones de la piel a paso lento, con las marchas del desaliento, con la música celestial de los golpes del deseo, con la melodía que solo son capaces de provocar las llamas de este infierno.
Pienso seguir teniendo deseos impuros sin tener que arrodillarme y confesar más que en el mismo punto intermedio, allí donde duermen los flamencos, allí donde la columna se te arquea para entrar en el paraíso donde nunca estuviste, donde nada hasta ahora te llamó para que frenaras, y vislumbraras lo que creías tan lejos estando cerca de tu casa...
Y codiciaré los bienes ajenos, los tuyos, para hacerlo míos, a destiempo, cuando me plazca, o cuando tu digas que sea el momento, o cuando haya ganas, o cuando la vida quiera, o quizá mañana, o tal vez nunca, pero no me lo creo, porque todo son excusas, dominadas por los miedos, ese miedo que yo arrojé el día que te miré al mismísimo infierno...