“A todos aquellos que dedican su
tiempo a los demás y luchan por causas justas, porque además aprenden una nueva
forma de salvarse a ellos mismos”…
Y uno de esos días “sin sentido”
una voz sin rostro me despertó de mi letargo emocional. Tan solo sabía su
nombre y a qué se dedicaba pero no hacía falta más para entender que quería que
le ayudase. ¿Por qué razón? Pues como me dijo una vez un cura casado, liberal y
fundador de una ONG, porque las personas con ese afán de lucha acaban encontrándose. Él había sido nombrado
Rey Baltasar para la Cabalgata de un lugar que aunque pertenece a nuestro
término municipal, sus habitantes tienen otra forma de vida, más humilde si
cabe por la proximidad al ámbito rural. Me propuso ser su Paje Real, ir a su
lado en el trono y formar parte de un grupo de personas cuanto menos
peculiares, pero que encierran tras de sí historias convertidas en puras
enseñanzas vitales.
Entró en aquel bar, ya llegada la noche y él no lo sabe, pero le hablaba sin
conocerle hasta que no nombró el tema de los Magos. Y por fin supe a quién
tenía delante. Le dije a mis amigas: “este es el tío que me ha llamado para lo de paje y aun no sé por qué, pero
bueno yo voy a vivir la experiencia y ya le encontraré el sentido”. Y a partir
de ahí todo se convirtió en una Odisea…
Recuerdo el frío de aquel lugar
cuando entré debido a la bajada de temperaturas y a la ubicación en una casa
grande entre los recovecos del casco histórico carmonense, donde la humedad
solo se calma con el sol de la Vega cuando revuelves sus esquinas. Habitaciones
convertidas en lugares de trabajo, de ocio, de esperanza, de curiosidad, de
dudas y miedos, de soledad, olor a limpio, sensación de calma tensa y de paz, contrastes en definitiva. Y
al fondo, los colores, la ilusión y la alegría, los juguetes para los más
pequeños, para los mayores, para todos. Los seleccionamos en cajas, por tamaños,
y distribuimos los caramelos y chucherías en cestas de mimbre. Mientras
ultimaban los preparativos, di un paseo por la sede, cuantos detalles que hablaban
por sí solos, libros, documentos, postales, cuadros, recortes de periódicos, dibujos,
medicinas o anticonceptivos, normas de conducta, iconos que simbolizan el
rechazo a las adicciones, incluso vida dentro de una pecera, contrapunto del
decálogo de cómo educar delincuentes.
Nos acariciaba el rostro la
bonita mañana que antecedía a la Cabalgata mientras degustábamos un suculento
desayuno y se discutía por qué aquellas columnas eran de piedra y mármol,
¿quién es Catalina?, pero a nosotros solo nos importaba Baltasar y su
nerviosismo que nos había alterado el sueño desde la noche anterior. Y durante
el paseo en la furgoneta restaurábamos los cortijos abandonados, imaginaba a
los animales del huerto mientras aquel
muchacho analfabeto que hablaba alemán me los describía y reíamos con
sus anécdotas entre sonrisas inquietas, se acercaba el día.
Allí nos esperaba, de grana y
oro, amplitud, majestuosidad, y buena gente a sus pies que ultimaban los
retoques a los adornos. Nada que envidiar al resto de carrozas, cuidada hasta
el último detalle con el esmero y el tesón de unos vecinos hermanados y sencillos
a los que la situación económica actual les ha llevado a estar aun más tiempo dedicados
a engrandecer este año el cortejo real.
Llegamos al sitio acordado a las
9 de la mañana del 6 de Enero contando las anécdotas del desfile del día
anterior y haciendo recuento de los regalos que cada uno había recibido. Yo no
había dormido apenas, hacía tiempo que otro tipo de insomnio me sacudía, una tensión sana distinta a la
previa a exámenes y entrevistas de trabajo, por fin algo agradable. Éramos una
marea verde, los únicos que simulábamos la bandera de nuestra Comunidad en los
trajes y de nuestro país en el carruaje,
bella armonía que los rayos del sol se encargaron de dar más vivacidad aun. Y
subí a lo alto, a experimentar como cuatro horas pasaban volando, como mi
nombre lo gritaba la gente, como nos conocían a pesar del maquillaje oscuro en
nuestros rostros, querían risas, juegos, magia, aplausos y gritos, saltar,
correr, andar junto a los reyes, salir con sus hijos a hacer una mañana de
domingo distinta a las del resto del año. Arrojé besos y acaricié manos inocentes que me
decían sus nombres embelesados, me gritaron con fuerza y ganas de vivir dos amigas que han superado una grave enfermedad, allí estaban pisando fuerte, ¡qué mujeres! y me dedicaron una mirada que ya echaba de
menos, ¿qué hacías aquí luchadora de grandes temporales de esta sociedad carente de valores?, qué bonito fue verte hoy.
Y tú fuiste protagonista, como
uno de los césares que lleva tu nombre y gracias a ello me hiciste
protagonista a mí dentro de mi vida, de
un día maravilloso que ya queda en mi memoria para siempre. Nunca me llamó la
atención ser Reina o Estrella en mi ciudad, ni salir de Musa o ser modelo; creo
que ser por unas horas de otro color, de otra cultura, de otra dimensión, dejar
de ser uno mismo para adentrarse en el mundo de los sueños y dejarse llevar,
hacer que el público crea que vienes de muy lejos para hacerles feliz, es lo
mejor que puede uno llevarse a la cama un seis de enero de 2013.
Gracias porque hacía tiempo que
no me sentaba a escribir sin que emergieran las palabras. En mis retinas quedan
los rostros de tu cortejo real, cada uno con su pasado, con su caminar, con sus
vivencias, con sus ideas, pero todos hoy hemos sido UNO, unidos bajo un mismo símbolo
y con un mismo sueño, el arrancar al Mundo una sonrisa, porque otro mundo sí es
posible…
Gracias a la Asociación Vida por dejarme poner mi granito de arena allí
donde la tierra envuelve las casas blancas de nuestros paisanos…
Carpe Diem
Amanda Eslava Martínez
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