lunes, 29 de julio de 2024

Siete pecados capitales

 Dicen que los pecados fueron el castigo con los que Dios condenó al hombre y a la mujer...


Todavía creemos en ellos, y de ahí nos viene la sensación de culpa constante que tampoco, como los pecados, existe. Nos impusieron sentirnos mal por cada cosa que se salía de esas normas impuestas pero no cotejadas en ningún manual, esas de las que la gente se llena la boca porque sí, porque tenemos que mantener la compostura. Pero a Dios se le olvidó una cosa: que el ser humano tiene instintos animales donde el raciocinio no llega.

Aquel día, ensimismada, embriagada de la sangre de Cristo, fui condenada al mismísimo infierno por morder la manzana. Me castigaron a expirar mis culpas por los llamados siete pecados capitales. Y es que no me pude resistir a chupar el fruto prohibido que pendía de tu cuerpo cual árbol en el Paraíso. Con Soberbia me bebí toda la saliva que segregaba tu boca para sentirte mía, me sabía a la púrpura de las venas de tu lengua después de morderla para dejarte la sequedad que solo producen las despedidas. Con Avaricia poseí todos tus bienes más preciados, desde la frente hasta el último resquicio de tus pies, que se movían implacables cuando llegaba la plenitud más acertada que había contemplado jamás. Con Lujuria cabalgué sobre tus dedos que se adentraban en mí acariciándome las entrañas del alma, deshaciendo mi corazón a pedazos, esparcidos cual presa descuartizada a tu antojo, me dejé matar de placer porque no sabía si existiría un mañana.

Y con la Ira que desprendieron mis manos, te arañé la espalda, te mordí para dejarte señales creyendo que nunca me olvidarías, succioné tu clítoris hasta que gritaste de dolor, porque la ira, es sin duda, el daño más placentero de los cuerpos infernales. Y te comí entera con gula, hasta acabar vomitando mariposas durante días, que revoloteaban libres a su antojo provocando en mi un malestar que no habrá medicina más que tus caricias para aliviarme. Y sentí Envidia del aire que respirabas, de las sábanas que te cubrían, de los besos en el vaso de madrugada, del carmín de tus labios y hasta del cepillo de dientes que te hacía cosquillas en las encías por la mañana. Pero me dio Pereza ir a buscarte, salir de mi zona de confort para volver a pasar por el infierno, y este último pecado por el que fui castigada me aletargó, me adormecí en el recuerdo de tu piel para siempre. Y ahora, cierro fuerte los ojos y te veo, encendiendo yerbas para perder el sentido del espacio y el tiempo, ese lugar que no existió para nosotras, ese momento que no se produjo, ese encuentro en el que los planetas no se alinearon para que viviéramos juntas el resto de nuestras vidas.

Pagaría mil veces el castigo del supremo por volver a fundirme contigo en el mismísimo infierno, aunque luego fuese condenada a llorar por dentro y sonreír por fuera, como si no hubiera pasado nada...ese es mi castigo eterno, vivir esperando cada luna llena para volver a recordar que dormimos bajo el mismo cielo y pensar que todavía, te quiero.


Amanda Eslava


Fuerteventura
29/07/2024

sábado, 20 de julio de 2024

Soulmate

 Soulmate apareció en mi camino por puro azar, una templada madrugada dando vueltas en la cama sin encontrar sentido a lo que acontecía en mi interior. Hasta que revisando mis redes sociales apareció: encuentro entre dos almas que llevan buscándose toda la vida.

Cerré los ojos, y me sumergí en el astral para poder divisarla. Allí estaba, mirándome de frente a los ojos sin tan siquiera parpadear. Sus colores, su melodía, su elegante sinuosidad, su estela por sonrisa, las estrellas vítreas de su retina. Era tal como me lo habían explicado en aquellas clases de meditación. Soulmate. Y todo lo que ocurrió en ese espacio donde no existe el dolor, donde los cuerpos se quedan en tierra y solo penetran las almas para bailar, donde no existe el ego ni la codicia, ni el odio, sino, paz. Solo pocos sabrán a lo que me refiero, solo si has estado en el astral sabrás que en los sueños, uno se da cuenta, si ha trabajado su sensibilidad, de que ha salido de sí mismo, para ser feliz hasta que despierte. Y esa es la lucha con la mente, mientras el espíritu vuela, la razón quiere devolverlo al estado físico. Es ahí, en ese punto intermedio, donde debemos ganarle la partida a la realidad. 

Mi compañera estaba allí, pude saber que era ella porque las almas saben cual  es  la siamés que busca con tan solo observarla lo que dura una canción un ocho de marzo. No hubo tiempo más que para danzar el último vals que quedaba en la lista aquella tarde, tiempo más que suficiente para saber, que no se olvidarían jamás. Lo que los vivos hacen en años, las almas en el astral lo hacen en segundos, toda una vida pudimos recorrer juntas aquellos minutos, porque allí arriba, no existe la noción de tiempo ni espacio. Nada nos detenía, nos fundimos en un abrazo, nos besamos, hicimos el amor, sin necesidad de hablar, nos conocimos hasta en las profundidades de nuestras entrañas, nos acariciamos con una música a piano y lloramos sabiendo que todo tiene un principio y un final, como el sueño del que nos habíamos escapado. No hubo sexo más placentero que ese, que atravesó las dimensiones del universo mientras los planetas iluminaban la locura que producía el encuentro. Magistral.  Soulmate.

Todavía recuerdo esa noche sin tener que anotarla como me recomendaron, sin tener que escribirla en ningún papel, porque los viajes a través del tiempo, nunca se olvidan. Quedé preñada del Amor más puro y limpio que pude conocer, de ese Amor que te mece en volandas, ese Amor que no tiene carencias, ni está manchado de las injusticias terrenales, ese Amor de luz que dicen que tienen los niños hasta cumplir los seis años. Un Amor puro, transparente, impetuoso, leal, simbiosis pura de dos destinos que se encuentran en el camino y que no se pueden separar porque ese famoso hilo rojo los aprieta, aunque yo reniegue de tales teorías, debe haber algo que se me escapa de las manos, supongo que la ciencia tendrá la última palabra, como siempre. 

Aquella noche, cometí el error de despertar, caí en la tentación de las alargar la mano en busca del teléfono, y me deslicé por un pozo oscuro donde anidaban almas sin piedad que me pintaron la realidad de nuevo. Me dejé llevar,sí,  por miedo a volver al astral y que ya nada fuera lo mismo, los miedos, nacen en el momento que vuelves a pisar la tierra. La pisé firme y volví a  mi ser, pero ya no era la misma, había perdido la oportunidad de quedarme en un lugar seguro, lleno de felicidad y tranquilidad. Y volé lejos, muy lejos, hasta quedarme segura de que no volvería a dejarme llevar, quería quedarme en la zona estable que nos enseñaron y de la que siempre renegué, aquella en la que hay que cumplir con las directrices y las normas preestablecidas, aquella donde la felicidad se expone sin sentirla, aquella donde todo es un decorado y los personajes sonríen teñidos de maquillaje.  Una mentira que nos creemos por el ritmo que marca la sociedad. 

Pero los Soulmate, siempre acaban reencontrándose, por mucho tiempo que pase, por muchas vidas que transcurran sobre ellas, por muchos obstáculos con los que  se les condene , por muchas lunas llenas que marquen solsticios, siempre, siempre, se vuelven a encontrar. Y así fue como el mundo terrenal hizo todo lo posible por separarlas, porque decían en la tierra, que andaban obsesionadas, que esa historia no era real, que era cuestión de carencias en sus caminos, que la necesidad no existe, pero nadie sabía, que se preferían. Y comenzaron a hablar un lenguaje que nadie entendía, de otras épocas, con recursos literarios jamás estudiados por los mejores historiadores del mundo, el lenguaje Soulmate, ese que  por siempre, quedará entre nosotras.  



Amanda Eslava

Fuerteventura. 20/07/24